Es cierto lo que dicen, no todo lo que brilla es oro. Este dicho muy famoso en sí mismo recomienda desconfiar de las apariencias, puesto que, no todo lo que parece bueno, lo es realmente. Sin embargo, el destino de Carlos Henrique Raposo, alias “El Káiser”, le permitió correr con suerte, aquí sería más válido usar la frase “el que no arriesga, no gana”, y es bien sabido que “El Káiser” sí que se arriesgó, pero justamente eso fue lo que hizo famoso a este personaje.
¿Quién fue Carlos Henrique Raposo, conocido como “El Káiser”?
Es un exfutbolista brasileño que, saltó a la fama por su habilidad para engañar y estafar a clubes de fútbol. Si bien, Raposo no sabía manejar el balón, fue tan convincente que logró firmar contratos con importantes equipos como Botafogo, Flamengo y Vasco da Gama.
Para muchos es considerado un estafador, para otros es una mente maestra que, durante años, logró engañar a valiosos equipos del mundo futbolístico, pero lo más curioso de este personaje es que no jugaba nada.
Raposo era astuto, utilizó algunas estrategias para firmar contratos con varios clubes, siempre diciendo que tenía lesiones, solía simular dolores articulares o hacer creer tanto a los clubes como a los hinchas que era un jugador espectacular, aunque nadie jamás lo había visto tocar un balón. Sin embargo, estas excusas lo llevaron a engañar también a reporteros y dirigentes.
Curiosamente, nunca anotó un gol, ni cumplió siquiera con los 90 minutos de juego.
A día de hoy podríamos preguntarnos, ¿Cómo es posible que Raposo pasara desapercibido?
Raposo “El Káiser”, era carismático, poseía un poder de convencimiento abismal, con el paso del tiempo, desarrolló grandes amistades con jugadores, entrenadores, directores, periodistas y administradores. Era un jugador enormemente solicitado, todas estas piezas clave alrededor del fútbol lo consideraban una eminencia.
Comienzos de la carrera de un habilidoso “jugador”
Cuando “El Káiser” tenía unos 23 años, tenía un amigo llamado Mauricio, él era un símbolo en el Botafogo, Raposo añoraba convertirse en jugador profesional y lo contactó para tal fin.
Raposo iba a los entrenamientos, a unos cuantos minutos de haber empezado, se tocaba una pierna quejándose por el dolor “abrumante”, pedía ir a la enfermería y durante casi tres semanas guardaba reposo encomendado por el médico del club. Para su suerte, en aquella época, cosas tan básicas para la medicina actual como las resonancias magnéticas no existían. Al terminar aquel reposo por dicha lesión, Raposo se puso en contacto con un amigo que era dentista; lo convenció de que le entregara un certificado para validar al jugador alguna dolencia física, claro, pasó el tiempo y Raposo nunca llegó a poner un pie en el campo. En el Botafogo estaban tan ilusionados con semejante figura que creían tener a un campeón en su equipo.
Mentira tras mentira y más mentiras
Pasado un año, fue contratado por el Flamengo, allí tenía un amigo de nombre Renato Gaúcho, él mismo afirma la enemistad que “El Káiser” tenía con el juego, solía pedirle a algún compañero de equipo que lo pateara para terminar en la enfermería y darle solidez a una lesión.
Raposo llegaba a los entrenamientos del Flamengo hablando por un teléfono celular de juguete simulando que estaba siendo solicitado por clubes europeos que tenían intenciones de ficharlo, nunca nadie se dio cuenta de eso. Él llegó a hablar acerca de esta situación al finalizar su carrera, en el Flamengo duró un año, pero jamás jugó, ni un minuto si acaso.
Para Raposo, el hacer amistades era un pasatiempo más, él mismo afirma “A muchos periodistas de mi época les caía bien, porque nunca traté mal a nadie”. Los críticos de aquella época lo consideraban “un crack con mala suerte en cuanto a lesiones”, pero gracias a la buena publicidad que recibió en su país natal, Raposo se fue a jugar al país azteca.
Raposo tuvo seis meses de contrato con el Puebla, cero minutos jugados. Fue a parar a Estados Unidos, firmando para El Paso, cobrando las primas del contrato de riesgo que había firmado, luego fue fichado por el América, para no tener que entrenar, presentó un informe que le hizo un amigo médico en el que detallaba sus problemas mentales.
El uso de su astucia como arma para continuar su farsa
El sueño de Raposo era tener su “experiencia” europea. Fue fichado por el club de Córcega, gracias a que su amigo “Fabinho” le presentó a un técnico italiano que tenía contactos con la mafia calabresa. Raposo estaba tan entusiasmado que una vez jugó veinte minutos. En el primer ataque actuó como si estuviera desgarrado y pidió continuar por su amor a la camiseta. La afición elogiaba al brasileño, pero aunque tenía “dificultades”, seguía por su amor al club. Y el presidente se había encariñado con él, aún más desde que Raposo le seguía enviando a su esposa un ramo de rosas todos los viernes.
En 1989 fue firmado por el Bangú de Brasil. El dueño del club, Castor de Andrade, creía que había traído a su equipo una estrella de talla mundial, puesto que, un amigo periodista de Raposo, inventó en uno de sus reportajes que, el jugador se convirtió en el máximo goleador en la Segunda División francesa con el Ajaccio, doblegando la cantidad de goles basándose en los partidos jugados.
Raposo alegaba que se encontraba lesionado, pero fue llamado a jugar con su club en el próximo partido de la liga brasileña. Durante el partido, el dueño del club le exigió al técnico del equipo que pusiera a “El Káiser” en el campo.
Fue a prepararse para entrar al campo, de pronto empezó a entrar en pánico, puesto que, se descubriría que era una farsa, pero Raposo tenía un plan, comenzó a pelear con un hincha del equipo contrario, y el árbitro lo expulsó, de modo que no pudo jugar aquel partido.
Él le hizo creer al técnico que aquel fanático acusaba al técnico de ser un delincuente, y él no dejaría que mancharan el nombre del técnico de su equipo. El técnico convencido solicitó una extensión de seis meses para el contrato de Raposo.
Últimos años y final de su carrera
Aunque Raposo jugó en los equipos más influyentes del campeonato brasileño, lo mismo se aplica a equipos de toda América, su carrera continuó en el Fluminense, Vasco da Gama, Independiente de Avellaneda, América y Guaraní. Al final de su carrera disputó en el Ajaccio francés, donde fue recibido como una estrella, pero a los pocos meses los críticos se dieron cuenta de que Raposo era un fracaso. Pronto se dio cuenta de que ya era suficiente y se retiró a la edad de 39 años.
Actualmente, Raposo no se arrepiente de sus acciones y considera que su carrera fue una venganza hacia los clubes por engañar a los futbolistas. Hoy en día se considera el mejor futbolista que nunca ha jugado.