En la actualidad vivimos un futbol moderno de plena velocidad, alta capacidad física, mucha resistencia cardiovascular y la imprescindible utilización de habilidades, destrezas y funcionalidades corporales emanadas del trabajo de gimnasio y de nuevos sistemas de entrenamiento físico, que acompañan el devenir profesional del jugador de ahora. El futbolista ya no sólo es un jugador, un artista como tal, debe ser considerado en la era moderna como un atleta además de todo.
Es una realidad que a muchos les desagrada, pero que no podemos desestimar ni desacreditar, en todo caso estamos obligados a entenderla, y es que esto último es un resultado histórico que nos toca vivir sí o sí desde el deporte de nuestro momento civilizatorio. Si lo anterior se acompaña de buen talento, buenas condiciones técnicas y espectáculo derivado del buen juego, no le veo mayor problema. Al contrario, se eleva el nivel del contexto en todos sentidos como tal. Incluso concurre una protección física al jugador que lo obliga por condición natural a ser más profesional que antes.
Dicho lo anterior entenderemos que especialmente derivado de la velocidad y la potencia física, muchas de las rachas negativas que acompañan a los atacantes modernos en términos de ausencia de gol se pueden compensar con una labor que empieza a trascender en el análisis táctico y estratégico de un centro delantero moderno, y esa tiene que ver con la funcionalidad ofensiva, la utilidad en la generación de jugadas y el desmarque (léase, el aprovechamiento de los espacios que al correr a máxima velocidad generas para que un compañero de zona tome tu lugar y busque anotar en el arco del enemigo).
Esta función empieza a generar criterios de elección de los mejores ejes de ataque cuando el gol se ausenta, y de forma irónica podemos constatarla en genios que por el mundo pululan y pasan por momentos en que su pólvora está mojada y esta es la manera en que mejor compensan la confianza, la jerarquía y el grado de confianza de su técnico y su afición para con ellos.
Recientemente llama la atención en el mundo del futbol lo apagado en términos de gol que estaban o están recientemente, grandes atacantes del mundo como Oribe Peralta en el América, Cristiano Ronaldo en su reciente llegada a la Juventus, Luis Suárez en términos de UEFA Champions league con el Barcelona, u Oliver Giroud en el pasado mundial Rusia 2018 con la selección francesa (actual campeona del mundo y de la cual Giroud fue pieza clave de la oncena gala, sin hacer un solo gol).
Podríamos leer de estos jugadores que en los últimos tiempos los goles no son su principal fuerte, pero que su generación ofensiva, la calidad de sus pases en el último tercio de la cancha, su dinámica de apertura en el centro del área, su forma de jalar marca y presión ofensiva del pelotón de ataque, su desmarque para abrir huecos y habilitarse en embates hacia adelante, o bien el hecho de enderezar por completo la línea de ataque para que los otros compañeros lleguen, su destreza visual para leer las jugadas y liderar un buen ataque, además de su temple de liderazgo, su personalidad para afrontar partidos difíciles, su madurez y su calidad técnica indiscutible, hace que los entrenadores aún ante la crisis y/o sequía goleadora les deleguen confianza y continuidad en la oncena titular de sus clubes y/o selecciones.
Esto no es cosa fácil; el mundo sigue viendo jugadores ofensivos que sólo son cazagoles y nada más, sin ningún oficio ofensivo más que el de la incrustación del balón en el arco rival, detalle para nada simple; se necesita tener “tamaños”, nivel, talento, capacidad, disposición, movilidad, experiencia y desde luego habilidades físicas bien trabajadas para ser el encargado de hacer los goles; obvio no cualquiera lo puede hacer, pero hay virtuosos que además de eso saben hacer otras cosas, y a eso hacemos referencia en este texto.
Ser un atacante moderno más allá del gol implica entrenar demasiado en la cancha aspectos varios de movilidad, movimientos tácticos especiales, potencia de piernas, dinámica y resistencia para los cambios de velocidad a altos niveles, variantes en el tipo de ataque respecto al eje defensivo que te toca enfrentar, cambios repentinos en tu línea de ataque, diversas formas de repliegue, apertura de juego, diagonalización del juego ofensivo, detalles técnicos específicos para administrar una pelota en distintos momentos del juego, el uso técnico de la cabeza, entre otros.
No todos pueden hacer esta tarea, y es algo que el mundo del futbol no sólo debe contemplar sino agradecer que la calidad de muchos baluartes de este deporte, conocidos por su oficio goleador, corresponda con este otro rubro ofensivo.
Es por eso que mientras otros cracks pudieran estar visitando la banca luego de una racha así, algunos otros defienden en este tenor de juego su jerarquía y su reputación profesional.