El VAR no funcionará como ese sistema infalible que muchos esperamos, sobre todo los madridistas que sentimos que no competimos con las mismas condiciones que nuestro eterno rival, el F.C. Barcelona. El VAR no será la panacea que solucione el problemón de los “errores” arbitrales del fútbol español, y entrecomillo “errores” porque aunque buena parte lo sean, muchos otros no son tales, sino que parecen dirigidos por ese arma de destrucción masiva de la competición que es el Villarato. La capacidad de los árbitros de influir en el resultado de un partido, y por acumulación, sobre los títulos, va mucho más allá de lo que se decide en unos pocos segundos a través de una pantalla y una serie de imágenes tomadas desde distintos ángulos.
Será una casualidad, pero VAR, que significa Video Assistant Referee, tiene las mismas iniciales de Villarato, Arminio y Roures, los tres grandes pilares sobre los que se han basado los triunfos culés en los últimos años en España. Sería injusto dejar esta frase así, el gran pilar ha sido Messi, como lo han sido en menor medida Xavi, Iniesta, Suárez o el falsísimo Pep, pero de lo que no cabe duda, y ningún culé puede negarlo, es del gran peso que ha tenido el terrible trío del VAR.
Comenzaré el análisis del VAR, una vez conteste a la típica cantinela de BAR que dice que “los madridistas, igual que el Barça, no os podéis quejar de los árbitros, que a los grandes os favorecen siempre”. Los dos grandes situados en un mismo plano que no hay análisis estadístico que lo soporte. Supongo que por eso de ser tratados “por igual”, de las últimas 15 expulsiones en clásicos Madrid-Barça, 14 han sido para jugadores madridistas. O el hecho de que el Barça haya estado 78 jornadas sin recibir un penalti en contra pese a contar en sus filas con Mascherano, Umtiti o Piqué, entre otros. Porque “nos tratan igual”, como se ve en los análisis de ilustres aficionados que cuelgan en las redes los estudios que no realizan los medios. Como el de Juan P. Frutos sobre el saldo arbitral desde 2004, o los de Maketo Lari:
Que el Madrid, siendo un equipo dominante y ofensivo, tenga un saldo negativo entre tarjetas rojas propias y rivales (-9) es un insulto a la inteligencia del aficionado. Y ya la comparación resulta obscena cuando compruebas que el saldo del Barça en ese apartado es de +70. Que la comparación con el Atleti también sea claramente desfavorable debería llevar a algún periodista a analizar cómo es posible ese hecho cuando los colchoneros tienen 500 faltas más que los madridistas (y ya no hablo de la dureza).
Desde hace casi treinta años, nada es casual en el fútbol español. Que ese supuesto favoritismo arbitral hacia “los grandes” se traduzca en los penaltis no pitados a favor del Madrid esta temporada en sus partidos contra Atleti, Valencia, Alavés o Levante, o en los cuatro partidos en que el Barça ha empezado con un gol ilegal, deben de ser sin duda “hechos menores” que no pueden enturbiar la teoría antimadridista que tanto gusta en las televisiones nacionales.
El arbitraje va mucho más allá de lo que se puede decidir en segundos, bien directamente o bien a través del uso del VAR. La manipulación del arbitraje comienza con la designación de los colegiados que van a pitar cada partido, territorio exclusivo de Sánchez Arminio, el hombre de confianza de Villar, continúa con los comportamientos sibilinos y nada objetivos de algunos trencillas, y finaliza con el rearbitraje que se realiza en medios y tertulias futbolísticas. Estos medios, por lo general, omiten jugadas, ofrecen imágenes parciales, no muestran todos los ángulos y emiten opiniones que en muchas ocasiones resultan poco menos que ridículas, pero que sirven para extender la opinión de que “al Madrid se le ayuda”, o bien, “sí, ha sido un error a favor del Barça, pero es que ya se sabe que los grandes siempre parten con ventaja”.
Con V de Villarato
Lo que han demostrado las grabaciones del caso Soule es que Villar manejaba la Federación Española de Fútbol como su cortijo particular, comprando y pagando favores a los que le mantenían en el cargo. Con su fiel sirviente Juan Padrón como brazo ejecutor hasta su ruptura y con su hijo Gorka medrando para sucederle en el futuro.
No me sorprendió que Villar se opusiera hace algo más de un año a la implantación del VAR. A buen seguro temía que los arbitrajes tendenciosos y dirigidos quedaran al descubierto en numerosas ocasiones y perjudicaran a aquellos a los que les debe su puesto. Tampoco creo que el vicepresidente de la Federación, el “ecuánime” Joan Gaspart, el hombre que dijo sin que le temblara la voz que “perjudicaré deportivamente al Real Madrid hasta que me muera”, fuera un firme defensor de la implantación de este sistema, cuando con el actual los suyos podían disfrutar de una temporada con 19 penaltis a favor y otras casi tres con apenas uno en contra.
Mientras las grandes ligas europeas lo demandaban y se ponía en funcionamiento, en España padecíamos los penaltis nunca pitados en los Clásicos (por esa nueva norma que dice que “es demasiado pronto para pitarlos”), o nos descojonábamos abiertamente con los que sí se pitaban en desplomes de Neymar o tropezones de Jordi Alba con el césped.
La primera vez que vimos funcionar el VAR en este país, durante el amistoso Francia-España, quedamos todos maravillados al ver cómo se rearbitraban dos jugadas con un resultado desfavorable para los locales: se anuló un gol francés que había subido al marcador, y se dio por válido el gol de Deulofeu que previamente había sido anulado.
“¡Qué maravilla!”, comentamos sobre el VAR en nuestra tertulia de auténticos expertos en todo, realizada, cómo no, en el BAR. Y sin embargo, una vez superada la expectación inicial, preveo que evitará algunas situaciones que actualmente se dan (por ejemplo, el gol del Barça contra el Málaga cuando el balón ha salido medio metro, el gol escamoteado al Barça en Mestalla), pero en otras ocasiones va a ser fuente de más conflictos porque hay muchas jugadas no objetivas, en las que hay un amplio margen para la interpretación. No hay más que ver lo ocurrido esta temporada con la jugada entre Casemiro e Inui en el Real Madrid-Éibar. El jugador japonés del Éibar reconoció que no fue penalti, al igual que su entrenador, Mendilíbar, y sin embargo, una serie de medios mantenían que las imágenes eran claras: penalti y tarjeta para el madridista. Pues esto ocurrirá en los estadios, y todo ello mientras los aficionados revisarán las imágenes en sus móviles esperando que el árbitro valide o invalide una jugada a través de la pantalla. Y todos sabemos que los aficionados no somos objetivos. Ninguno. Que no se enciendan los ánimos en esos dos o tres minutos de indecisión (hasta seis llegaron a tardar en Italia).