Pareciera curioso que un torneo como la UEFA Champions league que se juega a miles de kilómetros en países tan lejanos de nuestro territorio nos guste tanto, y que además cada día que pasa gane miles de aficionados como consecuencia de un mayor seguimiento, y esto último peculiarmente derivado de que sus partidos se transmiten entre semana, en canales de paga o por internet en forma streaming, en días naturalmente laborales como los martes y los miércoles, y en horarios de oficina o entre el periodo de la comida que divide una jornada de trabajo normal entre el primer y el segundo momento, al horario del centro de México, en un rango que va de las 12 hasta las 3, quizás 4 de la tarde.
Los mexicanos disfrutamos de la Champions porque es un torneo que se juega al máximo nivel en todos los sentidos desde la cancha, porque en nuestros días de descanso de fines de semana desde México no podemos ver en las “piernas de élite” de la “liga Mx de “elite también”, literal élite entrecomillado, esas expresiones técnicas finas, precisas, potentes, exactas, medidas, estudiadas, con esos sistemas de juego incendiarios, combativos, cautelosos en el ataque y la defensa, que no se guardan nada al saberse mirados por el mundo entero. Europa sigue siendo élite absoluta del futbol mundial. Europa sigue privilegiando el valor del espectáculo.
La Champions nos acompaña a los mexicanos para podernos generar entre nosotros mismos una mejor cultura futbolística, que entre otras cosas nos perfeccione nuestros alcances críticos, nuestras apreciaciones de mejores lenguajes técnicos, tácticos, de reconocimiento de una idea y una filosofía de juego, de un buen trato a la pelota en todos sentidos, de un mejor juego en términos generales. La Champions nos exhorta a ser mejores aficionados.
La Champions nos exige como aficionados algo que la liga mexicana tristemente no hace de forma masiva y que es el mirar con más cautela y quizás con mayor categoría un espectáculo de alto nivel, con bastante movilidad, sincronía y coordinación colectiva y táctica.
Y es que me atrevo a asegurar que es gracias a la Champions que en nuestro país seremos cada vez más inquietos y menos conformistas, derivando entre otras que se escuchen más rechiflas cuando se nos entreguen espectáculos miserables, y quizás que los inmuebles merecidamente se castiguen con entradas a media capacidad si los partidos son masivamente malos, gracias al simple ejercicio de comparar el nivel que entre semana se puede mirar en jornadas de Champions.
Nos estoy exhortando ni incitando a no ir a las canchas mexicanas; simplemente pido que se nos entreguen buenos partidos, que nos den lo mejor que tienen los jugadores, mejores expresiones técnicas, más capacidad en todos sentidos, mejor coordinación, mas idea, mas fundamentos futbolísticos, más goles, más de todo, para así poder llenar los inmuebles tan hermosos que tenemos en este país.
Masivamente se debe entender en nuestro país que el futbol soccer profesional no sólo es la conjunción de títulos, estadísticas miserables, y récords de baja prosapia; este deporte es más que números; este deportes es números y estadísticas más cultura, arte, teatro, música, poesía, letras, formas, fondos, estética, paisajismo, métodos, maneras, lenguajes, códigos, valores, sensaciones, humanismo, etc.
El fútbol como el deporte en sí es parte del arte y la cultura. Empecemos a cambiar este chip progresivamente, de a poco si se quiere.