No sólo perder con América es doloroso para los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México, sino la forma en que llegaron a la liguilla (trás un empate en Ciudad Universitaria con Querétaro muy amargo), de ‘panzaso’. Esto en primera instancia, en segunda y la más amarga: la eliminación contra el equipo que no está permitido mostrar falta de sangre, identidad, displicencia y derrota antes del silbido final del partido.
Los Pumas mostraron poco (o nada) de carácter, entusiasmo. Mucho menos mostraron la capacidad mental de sobreponerse ante la adversidad del marcador que muy temprano, en ambos partidos de la serie, los pusieron abajo en el marcador. Los Pumas y su afición lejos del enojo y frustracion, están más cerca de la decepción y tristeza.
El fútbol que ha venido desarrollando Pumas en las últimas temporadas se convirtió en un ejemplo de mediocridad, con falta de persistencia, flojo. Lo mismo ilusionaba por el buen arranque de esta temporada que apatía por el derrumbe a media temporada que marcaría su estado anímico y futbolístico para los encuentros contra América. Un equipo regular en la temporada, que sólo le bastó jugar al fútbol con suficiencia para un esandaloso 6-2 en el global.
Hoy la afición de los Pumas no llora por la derrota ante América, simplemente NO llora. Pareciera que la temporada vaticinó el naufragio, la debacle, que tanto en CU como en el Azteca, se cumplió. Las expectativas al inicio de temporada eran altas por los resultados obtenidos. Los Pumas no perdieron contra el América. Perdieron en sus aficionados la creencia en ellos. Los Pumas perdieron desde mitad de temporada la fe de los aficionados. La debacle de esta sábado por la noche en el Azteca es la oportunidad de hacer cambios desde las entrañas de la cantera y por fin tener un equipo y directiva competente y a la altura de los fieles aficionados de los Pumas.
Hoy la afición no llora ante la culminación de la debacle universitaria, simplemente apagó el televisor y siguió con su noche.