Fundamentalmente en Argentina, país futbolero como pocos, es habitual encontrar en las redes, aunque también en cualquier transporte público o en mesas de café, a las voces, que desde vaya uno a saber que autoridad intentan poner en tela de juicio el valor futbolístico de Lionel Messi por el supuesto fracaso dentro del Seleccionado argentino en un contexto general de crisis organizativo y creativo en Argentina aunque esto también pueda replicarse con facilidad en las ligas de otras países latinoamericanos.
Cuestionar a Messi por supuestos fracasos deportivos con la casaca argentina no merecería ningún tipo análisis a no ser aquellos que surjan desde la emotividad indignada de los cientos de miles aficionados a la belleza de un deporte que cautiva y moviliza los corazones (y también para que negarlo, millones de euros o dólares)
No hay dudas que Messi es el mejor jugador del mundo del momento y lo seguirá siendo por un considerable tiempo cronológico que le permita su físico privilegiado. Oportuno sería que aquellos amantes del buen juego pudieran tener la sensibilidad necesaria para disfrutarlo cabalmente en toda su extensión de deportista de elite, dejando de lado cualquier pre-concepto del que solo derivan desviaciones propias de un fanatismo inviable y contrario al verdadero y profundo sentido del deporte del balón pié.
Perder finales o errar penales de ningún modo va a transformar la trascendencia de un futbolista que enamoró a niños a lo largo y ancho del planeta y que por ese simple motivo lo convierte en un mito viviente del deporte que será evocado a lo largo de toda la historia del fútbol, como Maradona, Pelé o Cruyff, así de simple y sencillo…