“Tiene más sangre una babosa”.
Benjamín Mayorga.
El fracaso de los equipos costarricenses en la Liga de Campeones de la Concacaf retrata a la perfección el estado actual de nuestro fútbol, dieciséis años después del último campeonato obtenido en este torneo.
Tanto Alajuelense como el Saprissa dieron una clase magistral de mediocridad, palabra clave para definir el fútbol de este país.
Los rivales, esta vez, ni siquiera han sido equipos destacados en el área; más bien se trató de dos equipos muy limitados deportivamente y, para más risas, en fase de pretemporada. Alajuelense dejó ir una oportunidad de oro la semana pasada en el juego de ida. El rival, el Atlanta United, que tres minutos antes de finalizar el primer tiempo se quedó con un hombre menos debido a la expulsión del arquero. Se preveía una estampida de rojinegros contra el arco de los estadounidenses, era lo esperable, lo lógico. Sin embargo los locales no fueron capaces de vulnerar la portería rival, y más bien fue este el encargado de abrir la cuenta gracias a un penal sancionado. Y eso fue todo. Increíblemente un equipo muy limitado y con un hombre menos en el terreno de juego acabó con un proyecto armado hasta los dientes para esta competición. El juego de vuelta fue más de lo mismo, a pesar de la ausencia de casi medio equipo alajuelense por problemas migratorios, el equipo lo intentó, pero sin resultados.
Al final Alajuelense, el súper líder de la Liga Promérica, acabó perdiendo la serie 2-0, dejando en evidencia su incapacidad y la mediocridad de los equipos costarricenses en esta instancia.
Y qué decir del Saprissa. Un equipo sin alma, sin corazón, sin ímpetu, desmoralizado; además, obviamente, de tener una plantilla mucho más limitada que la de Alajuelense. El resultado no podía ser peor. Cae en la vida 0-1, ante un equipo más limitado incluso, el Philadelphia Union. En la vuelta, la debacle 4-0.
Cómo explicarle al aficionado que en los juegos de vuelta ninguna de las dos escuadras fue capaz de hacer ni un solo remate directo que inquietara a los guardametas rivales. Cómo explicar la poca efectividad de los delanteros, su bajo nivel y su actitud perdedora en los momentos en que ambos equipos más requieren de pundonor, vergüenza deportiva, ímpetu.
La mediocridad de estos equipos puede tener su origen en un formato de Liga local absurdo y nada beneficioso para la competitividad. Un torneo en el que se favorece la lentitud, el cálculo, la desidia. El “llevarla suave” de los ticos, que retrata a la medida también al fútbol.
Aquí hasta el que termina cuarto en la tabla general puede ser campeón haciendo un par de juegos buenos en la segunda fase del torneo.
Sumemos un fútbol lento, extremadamente pausado, en el que un lateral se toma hasta un minuto para cobrar un saque de banda, por ejemplo. Acá se juega con pereza, siempre a media máquina, lo cual pone en entredicho el profesionalismo tanto de entrenadores como de futbolistas.