Mucha superioridad charrúa en la noche de Houston, ¿Qué aprender de Uruguay?
Cuando se puede mirar el futbol de la Selección Uruguaya se constatan aspectos que van desde el devenir histórico de un proyecto que ha caminado progresando de forma visible y comprobable, con bases sólidas, que responde a una concebida y muy estructurada idea deportiva, una misma filosofía competitiva y un similar instinto institucional que ha caracterizado los últimos años de Uruguay, desde el roce internacional infantil, hasta el juvenil y mayor. Un proyecto deportivo que se vincula entre Selección nacional y los clubes más importantes de la Primera división del Uruguay de forma perenne.
La exigencia charrúa siempre es alta, seria, filosófica, culta, intensa, física, de ánimo alto, de alta vergüenza deportiva, de alto sacrificio moral, de orgullo oriental, de hacer un desborde pensando en el mate, de intentar un contragolpe a alta velocidad con toda la disposición ofensiva y la convicción por el gol, pensando en el asado desde un atardecer en Montevideo o Colonia del Sacramento, así de simple.
Luis Suárez, por citar un ejemplo, humilde, franco, sencillo, discreto, ejemplar en su personalidad y su impoluta educación deportiva altamente profesional (a pesar de las mordidas), pelea cada pelota, intenta cada ataque, juega con el mismo espíritu de un jovencito debutante, con gran hambre, con mucho deseo, con ambición máxima, mostrando el estrés muscular de la intensidad visible desde los enfoques de la cámara phantom por la entrega en torno a ese orgullo de ser un embajador uruguayo mundial con su rol de futbolista de clase elite, entregándose de la misma manera que como lo hace en el FC Barcelona. ¿Por qué no incentivar ese espíritu competitivo con los jugadores mexicanos?, ¿lo ven?
¿Pudieron mirar el contraste anímico, competitivo, espiritual, físico, de Luis Suárez comparado con el de Raúl Jiménez o Alan Pulido?, a mí me quedó bien claro.
Esto se constata cuando se puede asimilar la estirpe uruguaya desde una formación de primer nivel es detalles de envergadura técnica con maestranza, física con gran trabajo de gimnasio aplicado al juego, futbolística, educacional, espiritual, nacionalista, cultural, social y moral (léase una cultura deportiva completa), con un sentido de autocrítica y auto exigencia total y permanente, hacia las promesas que después despuntan en el alto nivel del futbol internacional y forjan estructuras altamente competitivas de reconocimiento global. Uruguay es un país de futbol. Ejemplos de esto: Luis Suárez, Cavani, Muslera, entre otros.
Conclusiones
En este partido en Houston México fue por dos millones y medio de dólares PRIORITARIAMENTE sin un proyecto deportivo claro, sin una estructura que responda a elementos deportivos medianamente funcionales con una selección mayormente juvenil con mucho futuro por fortuna pero sin una idea institucional clara que respalde a estos CHAVOS.
En México sencillamente no hay proyecto futbolístico a nivel selección más que el de la LANA, no hay cultura deportiva ni siquiera en la afición, de alta exigencia valorativa, y buen nivel de calificación, y no se ve ni por donde México pueda salir de este marasmo futbolístico que le acompaña. Esto sin duda son alarmas muy claras en la Selección.
Uruguay desde Texas empezó a afinar detalles para la próxima Copa América con un ensayo que para ellos resultó ser sencillo, laxo y flexible, con una selección de referencia internacional, con una estructura ejemplar ya descrita anteriormente y con muchos juveniles TAMBIÉN, pero con más proyección a futuro y un proyecto FINO que les respalda deportivamente hablando.
El partido se jugó al ritmo futbolístico que Uruguay impuso, como cuando un adulto le impone condiciones a un chaval sin rumbo aún, donde un cuatro por uno a favor de los charrúas terminó siendo corto y quizás sospechoso ante los embates de chispazos, de pincelazos sin fu ni fa que México encausó en un devenir más como de respuesta temperamental que como argumento sólido de un trabajo de cancha serio.
Hirving Lozano, Roberto Alvarado y Diego Lainez demuestran que son futbolistas mexicanos, jóvenes y maravillosos, que deben ir puliéndose más en su talento y sus capacidades futbolísticas, pero que son ellos, particularmente, gran parte del futuro del equipo nacional (hoy sin proyecto, sin idea institucional ni estirpe competitiva ni de espectáculo de alto nivel). Lozano particularmente demuestra una vez más el roce internacional de alto nivel que solo jugar en Europa con los mejores contra los mejores te da. Personalmente deseo para Alvarado y Lainez un futuro europeo, de alto nivel, de gran demanda crítica de máxima exigencia deportiva, porque creo más en ellos que en el Chicharito que no ha podido pasar a ser un CHICHARO, Raúl Jiménez y la generación “supuestamente de oro” que integran los Dos Santos, Guardado y compañía.