Ya ha pasado más de un mes desde la victoria de la Selección Española Femenina en el Mundial 2023 de fútbol y es cierto que apenas hemos visto repetido el gol de Olga Carmoma en comparación con lo que sucedió en 2010 con el tanto de Iniesta que nos dio la primera estrella. Pero también lo es que el Mundial ganado este verano por las jugadoras de la Roja ha tenido mucha más importancia que el que consiguieron los chicos en Sudáfrica. Aquel triunfo nos subió la autoestima como país en un momento en el que la crisis financiera comenzaba a apretar con fuerza y estábamos necesitados de noticias balsámicas.
Pero lo de la Selección Femenina en 2023 ha ido mucho más allá, ha supuesto una auténtica revolución. Seguramente, ha ocurrido porque el trasnochado y dimitido Rubiales no supo estar a la altura de las circunstancias y se empeñó en llevarlo todo al extremo, ya que si su comportamiento hubiera sido el que cabe esperar de un presidente es probable que nada hubiera cambiado y que la Real Federación Española de Fútbol hubiera seguido funcionando igual de mal que siempre.
Pero sucedió lo que todos sabemos y si bien es cierto que hemos sido el hazmerreír en buena parte de los medios de comunicación de casi todo el mundo, también es verdad que ese mismo mundo ha comprobado que España es una sociedad moderna y comprometida que ha sabido reaccionar. El país se ha puesto mayoritariamente del lado de Jenni Hermoso y sus compañeras lanzando a los cuatro vientos mensajes tan potentes como #seacabó y #stopalmachismo.
Es emocionante comprobar que la sociedad tiene en nuestras jugadoras un eficaz espejo en el que mirarse por la calidad del fútbol que practican y por su capacidad de abrazar causas nobles y justas como la de la igualdad. Con su constancia han sido capaces de empezar a derribar los pétreas y retrógradas estructuras machistas del ente federativo que tanto las oprimía y que, al parecer, venía funcionando como el coto privado de unos cuantos.
Lo especialmente llamativo es que lo han conseguido ellas solas, sin la colaboración de sus compañeros futbolistas hombres, que han preferido mirar para otro lado o, tal vez, ponerse del lado de Rubiales, que es a lo que sonaba aquel discurso de Carvajal en el que hizo tanta incidencia en la necesidad de preservar la presunción de inocencia del expresidente.
Personalmente, me duele que ni siquiera los jugadores del Athletic Club hayan sido capaces de alzar la voz.
Y quiero acabar trasladando una reflexión a Álvaro Morata: que no vuelva a comparecer en público para leer ningún comunicado. Al menos, si lo va a hacer con la desgana del día de marras, en el que dejó su imagen por los suelos.