Una primavera del 84 nace en un pequeño pueblo de Albacete un muchacho tímido que cambiaría la historia del fútbol español unos cuantos años después. Andrés Iniesta Luján, Iniesta para aquellos amantes del buen fútbol o simplemente Andrés para aquellos que por suerte pertenecen al reducido circulo del manchego.
Debutó con tan solo 18 años de la mano de aquel holandés de semblante serio que tanto amaba la cantera contra un Brujas con más fútbol que nombre. Ganó su primer título como blaugrana (equipo de sus amores) de la mano de otro holandés, tan tímido como el de Fuentevilla. Aquel entrenador, superviviente de la gran naranja mecánica, le dio la primera liga en el 2005 y su primera copa de Europa en el 2006. La segunda ”Orejona” del FC. Barcelona en su historia. Europa viendo el nacimiento del hijo prodigo. De la magia. Del respeto por el buen futbol.
Tan solo 3 años después. En aquel caluroso 6 de mayo en Stamford Bridge, Europa entera se rendiría a sus pies con el ya mítico ”Iniestazo” que llevó al equipo de la ciudad condal a la final de Champions en Roma, que terminaron por ganar. Puso el alma en aquel chute al balón y robo el alma de todos los que aquel día vieron a Don Andrés jugar a fútbol.
Pero la cosa no acaba ahí. Allá por el 2010 (como ha pasado el tiempo), el mejor futbolista español de la historia, en Sudáfrica y ante Holanda, nos dio un gol en la prórroga. El gol que nos convertiría a todos en campeones del mundo.
Durante el camino, nos ha dejado regates de todos los colores, asistencias, sonrisas, goles, títulos, trucos de magia, fantasía y mucha, pero que mucha clase. Pero y con todo eso Iniesta, nuestro Andrés, dejara el fútbol sin un balón de oro. ¿Injusto? Sin lugar a dudas. Pero el fútbol es memoria. Es historia. Y Andrés formara siempre parte de ambas.
La pregunta es: ¿Y si hubiera sido Iniestinha?