El lenguaje del fracaso y de las decepciones es el pan de cada día en los distintos combinados nacionales relacionados al fútbol en nuestro país. Pareciera que tenemos que vivir del pasado de la ya lejana Copa Confederaciones que se le ganó a Brasil en el Estadio Azteca en 1999 o la medalla de oro que también se le ganó a los cariocas en las olimpiadas de Londres 2012.
Pareciera que en ocasiones somos un país de fútbol amateur, con liga bananera incluída. Damos la impresión de no tener una estructura deportiva seria y potente, con dirigentes capaces; es como si no tuviéramos tampoco la infraestructura ni el capital humano suficiente. ¿De verdad estamos tan mal?
En menos de un mes dos fracasos graves para México, un mundial más en la línea mediocre, en la presencia de una misma miseria deportiva ni fu ni fa, y ahora el fracaso contra Haití en los juegos centroamericanos de Barranquilla, si, lo leímos bien, contra Haití dentro de un grupo conformado con, leámoslo bien, Venezuela y El Salvador.
Tenemos una regla 20/11 que se supone conduciría a la alineación de jugadores jóvenes, fomentando el debut casi forzado con calzador y la poca presencia de estos mismos con la consecuente pronta extinción de los mismos hacia el futuro. La solución no es esa evidentemente. No se trata de sacar muchachos al vapor, como generaciones de escuela, se trata de sacar perfiles de calidad competitiva a niveles internacionales.
¿Dónde está un proyecto integral para formar, foguear y darle salida a los buenos jugadores jóvenes mexicanos?, entre otras cosas con la intención de estructurar jugadores con excelente perfil técnico, y el desarrollo impecable de amplias condiciones físicas, tácticas, técnicas, de velocidad, de movilidad, de amplitud, etc.
¿Dónde está la convicción de ligar la estructura deportiva de las Selecciones mexicanas con la mayoría de los clubes mexicanos?, ¿Por qué sólo ver el entorno del fútbol mexicano como un negocio solamente?
Estas son las consecuencias de tener un fútbol de mera empresa, con directivos en la mayoría de las ocasiones con más perfil de gerentes de empresa que como gente de fútbol, con un ente absolutamente dominante como Televisa y con pocas expectativas deportivas. De seguir así el camino pinta adverso, sin pocas luces de prosperidad futbolística.
México tiene jugadores, entrenadores, visores, padres de familia, clubes, canteras, y buenos directivos (aunque estos son los menos). México no tiene buenos liderazgos para el fútbol, en todo caso los tiene sólamente como gerentes de empresa, y como líderes de los negocios vinculados a este deporte. La cosa no pinta bien y la prensa en muchas ocasiones se colude con este perverso régimen futbolístico mexicano, absolutamente mediocre por supuesto.