Comenzaré diciendo que en México hay equipos de futbol que bajo cualquier denominación empresarial y mercantil que se guste o mande han hecho bien las cosas en términos comerciales, de negocio, pero sobretodo en la parte más importante: el ámbito deportivo en todos los rubros que le conciernen en vínculo con el objetivo social del esparcimiento con un digno espectáculo (sobresaliente y tendiendo a que sea bueno), y el inculcar también los buenos valores sociales, sobre todo a los niños, desde una cancha de futbol soccer.
Bajo el contexto del párrafo anterior reivindico en cierta medida la labor en términos generales (al margen de las críticas y los posicionamientos en contra que pudiera yo tener de algunos aspectos particulares) a Sinergia deportiva con Tigres y a Grupo Pachuca exclusivamente con los Tuzos del Pachuca, no tanto con León ni Mineros de Zacatecas (equipo de la liga de ascenso mexicana), básicamente en la parte deportiva de estos últimos en mención.
Sin embargo debo serle fiel a muchos de mis principios deportivos y criticar contundentemente las consecuencias de ver al futbol única y exclusivamente como negocio, como caja de ahorro en un solo sentido, como modo fácil de lavado de dinero, o bien la evasión del pago de impuestos, y encausar con discursos bonitos supuestos “proyectos deportivos, sociales e integrales” a costa de los erarios de distintos Estados de la República por ejemplo y lucrar con las buenas intenciones y la fidelidad incondicional del aficionado común en México.
Independientemente de los últimos años de Chivas que en términos deportivos han sido muy buenos con dobletes en torno a una seguidilla interesante de campeonatos de Copa Mx, el torneo de liga del clausura 2017 y el torneo de Concacaf Champions League 2018, más el debut de perfiles interesantes de jugadores mexicanos y mexicoestadounidenses provenientes de fuerzas básicas, se debe más a la excelsa visión deportiva e idea de proyecto serio puesta en marcha por el entrenador argentino Matías Almeida y su cuerpo técnico muy completo (despedidos de formas non gratas y majaderas recientemente) que por la visión obtusa, poco congruente, egoísta, sectaria, ignorante, prepotente, significante de un auténtico gerente de empresa y nadamás llamado José Luis Higuera, y que por la trayectoria histórica deportivamente mediocre en términos de liderazgo y propiedad aplicado al deporte de alto rendimiento como el futbol soccer del empresario jalisciense Jorge Vergara (dueño de Chivas).
Jorge Vergara es un perfil interesante y valioso en la parte empresarial, en el emprendimiento mexicano, incluso como ejemplo de voluntad negociante. Y algo que se le debe reconocer es que cuando delega la parte deportiva de Chivas al equipo le va bien, como sucedió con Matías Almeida y su gente. Vergara sabe poco de futbol desde la parte deportiva y mucha gente se lo ha hecho saber.
Desde antes de Almeida, la mediocridad de Chivas en aspectos deportivos era justificada por la sanidad financiera y la estabilidad institucional que pregonaba Jorge Vergara. Hoy este discurso directivo de Chivas está parcialmente agotado, Jorge ya ni siquiera aparece ni da la cara por Chivas más que con el Twitter, le ha delegado todo al supuesto gerente Higuera y a su hijo Amaury Vergara; se sabe con pruebas contundentes que mucha de la prensa deportiva mexicana han hecho públicas que las finanzas del club Guadalajara no están bien, por eso han tenido que vender a las piezas más valiosas que recientemente estuvieron como Rodolfo Pizarro, y las decisiones pro empresa pareciera no tienen eco de resonancia en lo deportivo.
El dinero es un elemento indispensable para la vitalidad de un club de futbol; nadie puede criticar ni despotricar esto, pero ello debe traer entre otras cosas réditos deportivos visibles a los ojos de los espectadores por lo menos.
Atlas, por otra parte recuperó sanidad financiera con la llegada a la propiedad del club rojinegro de TV Azteca, pero fue invadido por un manual de reglas y principios pro empresa muy parecidos a los de Chivas (sin la consecuencia de los títulos tan ansiados por sus aficionados claro está), con malas y arbitrarias decisiones deportivas, sin un proyecto deportivo definido y con el antecedente de lo que es un mal manejo (reitero, deportivamente hablando) de un equipo de futbol en la mano de Gustavo Guzmán (recordando su etapa como directivo del Veracruz hace más de una década); un tipo que a la distancia se distingue sabe de todo menos de futbol desde la parte deportiva (lo juro, no es reiteración de las palabras deportiva, deportivo).
Atlas hoy sobrevive como un barco a la deriva, sin timón directivo, sin resultados, con un plantel limitado, sin referentes de cantera, sin buenos jugadores hechos en casa, sin buenos extranjeros, con el cociente porcentual en la garganta (aunque ya casi no importe, porque en México lo deportivo se resuelve con lanita en mano; creo que con 120 millones se negocia el ascenso), frustrando eternamente a la gente de Guadalajara que cada quince días fielmente apoya desde el monumental Estadio Jalisco a su equipo sin objeción alguna, o desde otra parte del país seguramente.
Y si le rascamos a los desastres directivos en la historia del futbol mexicano ahí tenemos grotescos y macabros ejemplos de auténtico terror con apellidos como las de los hermanos Chargoy (con equipos como algunas versiones del Puebla, Jaguares de Chiapas o el San Luis).