Hoy día parece que el fútbol fuera una ciencia complicada y dirigir planteles de jugadores para la consecución de un logro, una tarea titánica. Nadie puede decir que es fácil, pues solo uno gana un campeonato y el resto pierde. Es por eso que el objetivo primordial de un DT es que su equipo juegue bien y que trabaje para lograrlo.
También es cierto que hoy no basta con un entrenador, un preparador físico, un paramédico y un utillero, sino que es bueno asesorarse con un cuerpo multidisciplinario para preocuparse del más mínimo detalle, y entonces el rol del Director Técnico es tomar decisiones con toda la información y ayuda recibida. Sin embargo, todo esto debe ser concordante con una filosofía de juego propia, la mal entendida “propuesta” técnica.
Concordando en este punto, el ideal de la profesión de Director Técnico de fútbol es que, más allá que aspectos específicos, técnicos, tácticos o físicos, hay que tener una concepción clara acerca del liderazgo de un grupo de hombres íntegros, de deportistas cabales, hacia la realización del logro, uniendo, al mismo tiempo, un estilo y un resultado. Esto pasa por valorar los triunfos como consecuencia de la inteligente utilización de nuestras virtudes y la superación de los defectos, como así también, valorar la experiencia de la derrota como oportunidad de visualizar nuevas cosas que mejorar y fortalecer el carácter, la personalidad futbolística.
Un DT debe ser consecuente con su filosofía, coherente en las decisiones, íntegro en la derrota y en la victoria, mesurado en sus evaluaciones, reflexivo y activo, según las circunstancias; debe ser claro, conciso, práctico, porque este es un juego de logro, de búsqueda del perfeccionamiento, y también de armonía en el juego. Debe exigirse a sí mismo, para ser exigente con sus dirigidos en el sentido que tomen este juego como un trabajo de hombres privilegiados, que tienen que ambicionar ir en búsqueda de objetivos mayores y ascendentes, que valoren y aprovechen sus virtudes, pero que trabajen doblemente en corregir sus falencias.
El deportista de alto rendimiento debe ser un individuo con sueños, con gran autoestima, con personalidad y con inteligencia para afrontar los desafíos. Pero el futbolista, además de todo eso, debe estar convencido que su triunfo depende de todo el equipo y que el equipo depende de cómo él haga su trabajo. Un entrenador, ya sea principal o ayudante, hará todo de tal manera que cada uno de los integrantes del equipo no tenga dudas de su preparación y de lo que debe hacer en un partido, dejando además suficiente espacio para que el futbolista se “exprese” a favor del juego y del equipo.
“El equipo lo componen muchos individuos capaces y lo lidera uno que sabe potenciar esas capacidades, que sabe cohesionarlos.”
Acerca de la filosofía del juego.
La esencia del juego, las propiedades de este, sus causas y sus efectos, deben ser pensadas de tal manera que se concreticen en una filosofía del juego. Este “deporte espectáculo”, como me gusta llamarlo, no es un fenómeno aislado, muy por el contrario, se ha convertido en el gran espectáculo global en el mundo, uniendo diferentes culturas, traspasando los elementos básicos de la sociedad, moviendo grandes estructuras económicas, potenciados por la globalización de las comunicaciones. Por lo que, aquel que dirige a los actores de este evento, no puede quedarse con la definición de fútbol como meramente un deporte, aunque en esencia lo es. Debe hacerse cargo de la importancia del fútbol, de sus implicancias, de sus causas y efectos, en definitiva, de su trascendencia.
En mi caso, como entrenador y quizá por mi otra formación más ligada al arte, asumo que soy más que eso: soy un director de orquesta, de una orquesta sinfónica que debe seducir a los que la aprecian. Para eso debo partir con una concepción clara de lo que quiero expresar con ella. Algunos quieren expresar que vivimos en un mundo pragmático, resultadista. Yo creo en la transformación del mundo para volver a admirarnos, a sorprendernos, del alcance de nuestras potencialidades. Por eso estoy en el fútbol, porque no me gusta lo que veo como espectador, porque veo que este espectáculo, sobre todo a nivel nacional, es plano, predecible y poco llamativo.
Mi filosofía de juego parte de principios esenciales, fundamentales, de que los jugadores son artistas corporales, hábiles, técnicamente dotados, físicamente preparados y psicológicamente fuertes para desarrollar estrategias colectivas (tácticas) para sorprender al oponente, consiguiendo el doble objetivo de ganar y de agradar al que lo observa. Bueno, eso sería dentro de lo ideal, y siempre hay que tender hacia ello, por mucho que la realidad sea diferente. Solo así se progresa.
Son muchos los ojos que observan tanto dentro como fuera del juego, y el jugador debe ser como el mago que sorprende a todos con sus trucos, a tal extremo, de hacerlos creer que la magia existe…
Como entrenador, mi labor es cohesionar a mi equipo alrededor de esta idea, convencerlos de que son unos magos, seducirlos con la idea de sorprender a los rivales y al público, ya que eso nos traerá el éxito a todos. Y a su vez, prepararlos, potenciarlos, corregir sus movimientos, proponerles una táctica, predisponerlos para trabajar en equipo, introducirles el deseo de conseguir altos objetivos.
“De la armonía de la música de mi orquesta, depende la seducción del público; esa es la esencia del juego: armonía, seducción y logro.”
Acerca de la concepción de equipo. (Concepto y Formación)
El concepto de equipo es que cada individuo que pertenece a él cumple una función, un rol vital, para el desenvolvimiento colectivo. Antes hablé de la filosofía del juego, de la magia, de la seducción, del logro. Para que los magos del equipo sorprendan, debe haber otros que distraigan, y otros que se transformen en guerreros que defiendan lo logrado. No creo en que todos tengan que hacer la misma labor, creo en las funciones específicas, creo en la inteligencia y la humildad para saber que cada acción es vital para el logro. Un equipo, como dije antes, es mi orquesta, en donde hay primeros violines, contrabajos, trompetas, flautas, tambores, etc. Y todos son importantes para expresar los sonidos de la música, en este caso, del fútbol. Y yo como director de orquesta, soy el encargado de dar las pautas, de elegir la partitura, de anunciar los cambios de ritmo e intensidad, los silencios y las fanfarrias, pero son los jugadores los que tocan.
Por eso, antes de la concepción de equipo, es necesario evaluar el plantel de que se dispone, y en un caso ideal, elegir los componentes del plantel de acuerdo con las ideas futbolísticas que se tiene, pero esto, claro, es el ideal.
Lo normal es que uno debe sacar el máximo de posibilidades de un plantel ya dado, con dos o tres peticiones específicas. Entonces, todos los especialistas sirven: el violinista, el timbalero, el trompetista, el contrabajista, el flautista, etc., o sea, el habilidoso y rápido pequeño puntero derecho, el corpulento y alto centrodelantero, el talentoso y fino volante creativo, el fuerte y aguerrido volante tapón, el arquero que nos inunda de confianza, el elegante e inteligente líbero, el fiero y rápido stoper, etc.
Aquel que diga que un jugador no le sirve a su esquema, es porque su esquema tiene límites. A mí, todos los jugadores me sirven, es más, debo hacer que me sean útiles.
Acerca de la función de las individualidades.
Desde la base que da un plantel, desde el equipo que se pueda conformar, desde su fondo colectivo, deben empezar a alumbrar las figuras, a resplandecer las formas más vistosas que le den brillo al cuadro. Soy pintor y sé de qué estoy hablando. El foco de atención regula el equilibrio de la composición. Y cuando hablamos de un fútbol estético, lo colectivo y lo individual deben armonizar. Los artistas son siempre personas individualistas que creen ciegamente en su talento, en su intuición, en su instinto. Todo lo que puedan saber o aprender, responden a algo más profundo. Por eso, querer domesticar a un talentoso, ponerle límites, es una necedad que no permite su brillantez. Lo que hay que hacer es convencerlo de que su brillo radica en como aproveche su entorno. Un delantero goleador debe entender que brillará más si logra un entendimiento de las habilidades de un puntero y sabe moverse con respecto a este, y viceversa. Lo mismo debe entender, ese delantero o puntero, del genio de un habilitador, de un creativo que inventa jugadas para que él las concretice. Pero además hay que hacerlo ver que un goleador que arrastra marcas o deja pasar un balón para un compañero, o un puntero que pica o hace diagonales sin balón, produce un espacio, y también brilla. Sólo entonces comprenderá la importancia de muchos movimientos antes de hacer el gol, que es lo que se quiere conseguir. Un violinista no brilla sólo cuando todos los otros se quedan callados, también brilla cuando armoniza con otro instrumento y también cuando está en silencio esperando su entrada. Por eso a mí no me preocupan los delanteros que parecen ausentes y que aparecen sólo para el gol, siempre y cuando se hayan estado moviendo sigilosa y concentradamente para dar el zarpazo o provocar otras jugadas, la distracción también es parte del juego.
Y así también, el arquero, el defensor, el mediocampista, cada uno tiene su razón de ser en el colectivo, cada uno tiene su función y movimiento, vital para el compañero y el equipo. La música tiene momentos de contención y de desborde, de silencios y de fanfarrias, de armonías entre los distintos instrumentos… el juego es igual, ataque, defensa, apoyos, rupturas, relevos y, por cierto, remates.
Acerca del triunfo.
¿Cuál es el triunfo de un entrenador? . Lo obvio es que su equipo gane, pero eso dejaría como derrotado a muchos. Entonces se me ocurre que el triunfo de un Director Técnico es que su equipo juegue como él quiere, como él planifica. Tal cual el director de una sinfónica que le da a la música un sentido.
En mi caso, el triunfo es que mi equipo juegue en forma armónica, estética, preocupado por el espectador, buscando ganar jugando bien, haciendo más goles que el rival. Mi triunfo es que mis jugadores piensen adentro de la cancha y expresen lo que piensan del juego, lo que sienten dentro del juego. Que resuelvan los problemas que les presenta el rival. Para eso, mi triunfo es prepararlos bien en el aspecto táctico y escoger los jugadores que técnica, mental y físicamente puedan estar en mejores condiciones para jugar. Y luego motivarlos a realizar lo planificado.
Este triunfo subjetivo, puede parecer contradictorio cuando hablo de lo planificado y de jugadores que jueguen según piensen y sientan, pero el punto es que los jugadores estén convencidos (en su pensamiento y sentir) de que lo que se planifica, de que cómo se afronta un partido, es lo correcto. Y si desde dentro de la cancha ven que algo no resulta, sean capaces de comunicarlo al entrenador, para que este haga las modificaciones correspondientes al colectivo. La idea siempre es jugar el juego físicamente, pero regidos por la mente. El triunfo no es fácil, pero es más amplio que el resultado, aunque por supuesto debe, a la larga, reflejarse en él.
La derrota no es un tema aquí, la derrota es que el equipo no represente mi idea, no sea reflejo del trabajo y la planificación, no sea reflejo de una convicción.