Ya nada es igual en el mundo. La fría historia dirá que un virus se llevó la vida de miles de personas.
La historia de los apasionamientos marcará que ese antes no ha permitido un después venturoso. El maldito virus se llevó puesto a clubes, entidades deportivas, instituciones. Y se llevó puesto a deportistas, jugadores de fútbol en lo que nos atañe.
Fútbol sin público en las gradas, en las tribunas. Fútbol sin el aliento o el insulto en la nuca. Fútbol sin gritos, condiciones físicas que ya no volverán a pesar de los esfuerzos de los propios deportistas y sus preparadores para retomar algo que inconscientemente ya no volverá.
Aún no hemos descubierto cómo será el nuevo fútbol, porque día a día se va reinventando aún sin quererlo. Ojalá pronto descubramos de qué se trata. Por el bien del deporte, de los deportistas, de los entrenadores, de los directivos, de todos, pero sobre todo por el bien de los apasionados.
Claro está que cada continente tiene su idiosincrasia. Por ende cada país y aún más cada región. El fútbol no se vive de igual manera en todas partes. Por suerte no es así. Porque están quienes gustan de la pasión desenfrenada y hasta reprochable en muchos casos, y están quienes observan el juego como quien concurre a ver un espectáculo artístico. Aunque lo futbolístico y lo artístico se juntan en muchos puntos al poder observar a jugadores que si se los sube a un escenario, harían las delicias de propios y extraños.
Todo ya se ha modificado en el mundo del fútbol, por eso aunque existen muchos puntos en común, ya se instaló un antes y un después. Como pudo haber sido en otros tiempos.