La última copa del mundo ganada por un país no europeo fue hace ya 18 años, con aquel triunfo de Brasil sobre Alemania en Corea – Japón 2002. Desde que el Mundial de Clubes absorbió la famosa Copa Intercontinental en 2006 sólo dos equipos sudamericanos lograron imponerse en el certamen (Inter en 2006 y Corinthians en 2012) sobre un total de catorce ediciones. Incluso en algunas ocasiones los mismos ni siquiera llegaron a disputar las finales contra los representativos europeos, perdiendo en instancias anteriores contra desconocidos equipos asiáticos o africanos. Con solo leer esto último se puede inferir que el fútbol americano ha perdido competitividad con respecto al europeo, que lejos quedaron la Argentina de los 80, el Brasil de los 90 o el multicampeón Boca Juniors de Carlos Bianchi.
¿Qué motivos llevaron a esta disparidad que parece acentuarse cada vez más? Entre los más significativos se puede mencionar el aumento del poderío económico del fútbol europeo, en detrimento del fútbol sudamericano, sumergido en economías inestables y con la exportación de sus mejores valores como principal fuente de ingresos. Años atrás, a la izquierda del gran charco, jugadores que se destacaban en equipos de menor valía eran adquiridos por los más poderosos de su mismo país o región, facilitando que se conformen equipos muy competitivos que han marcado eras, para luego ser vendidos al continente europeo . En la actualidad, el paso intermedio casi ha desaparecido y los jugadores “pegan el salto” anteriormente, empobreciendo el nivel local y obligando a los equipos más poderosos a hacer uso de sus propios valores. A nivel selección, nos encontramos con combinados sudamericanos conformados por jugadores de diversos equipos de todos los rincones del mundo, que se reúnen por tiempos muy acotados para cumplir con los compromisos del selectivo, impidiendo muchas veces el funcionamiento aceitado y el rodaje que se observa en equipos que trabajan en conjunto todo el tiempo. Si bien esto también se cumple en los representativos europeos, se produce en menor medida, teniendo selecciones que en mayor parte están constituídas por jugadores de su propia liga.
Por último, a título personal y no menos importante, se está viendo en los últimos años una diferencia física abismal entre lo que proponen los equipos del viejo continente y lo que se ve en Sudamérica, donde aún se observan entrenamientos físicos de poca rigurosidad y sin personalización, donde, por ejemplo, todo el plantel trabaja con las mismas cargas o hace las mismas actividades, mientras que, en Europa, hay innumerables casos de futbolistas que demuestran ser superatletas y llevan el espectáculo a otro nivel. Para efectos comparativos concretos, en el fútbol argentino se ve para la media de los mediocampistas recorridos medios de, redondeando para arriba, 9 km por partido, siendo que en Europa este número se eleva a 11 km de media, y los realizan un mayor porcentaje del equipo, viendo casos en que en conjunto corren más de 110 km, verdaderos equipos que se “comen” la cancha.
Si bien se pueden enumerar otras razones, es suficiente visualizar con lo presentado en este artículo, que el fútbol sudamericano necesita evolucionar rápidamente si se quiere mantener entre los puestos de vanguardia a nivel mundial, de lo contrario, se volverá más y más un cúmulo de buenos (y regulares) jugadores repartidos a lo largo de todo el mundo, que podrán dar la nota individualmente pero serán incapaces de llevar a algún representativo de su continente a la cima.