En estos tiempos en los que estar en casa y mirarnos por dentro se ha vuelto casi la única medida posible que podemos adoptar para resguardar nuestro legado como especie ante la pandemia del Covid-19, la palabra de moda es cuarentena, pero en el mundo del fútbol hay quienes se encuentran en casa desde hace tiempo, en una cuarentena repetida y casi obligada, que parecería secuestro voluntario. La Azociazione Calcio Milan o el AC Milan, para muchos el mejor club de la historia, dominador de la escena europea y mundial, es la mejor muestra de cómo quedarse en casa se puede volver incluso un hábito adictivo.
El escenario de este gigante europeo se muestra a las puertas de la enésima revolución tanto en el mercado como en los despachos, la despedida anticipada como Director de Desarrollo de Zvone Boban por conceder una entrevista a la Gazzeta dello Sport donde exponía que la administración del fondo Elliot, dueños del club y representados por el gerente sudafricano Ivan Gazidis estaban manteniendo contactos con el actual Jefe de Desarrollo Deportivo del universo de los equipos Red Bull, el alemán Ralf Rangnick con quien incluso se hablaba se había firmado un documento vinculante de entendimiento entre las partes, que prometía al teutón hacerse cargo no solo del banquillo rossonero sino también del Área Deportiva, en un papel al más puro estilo de Sir Alex Ferguson y todo esto a espaldas de los funcionarios actuales, no solo significó el despido del ex vicepresidente de FIFA y número 10 de los equipos croatas, sino que en forma de rumor creciente llegó hasta los vestuarios de un equipo que parecía que había encontrado su rumbo de la mano de Stefano Pioli y sobre todo bajo la atenta batuta del eterno Zlatan Ibrahimovic.
La enésima cuarentena del AC Milan se fecha ya en los medios internacionales desde a firma el 25 de noviembre del pasado año del citado documento que permitía plenos poderes de decisión a Rangnick e incluso restándole autoridad total no solo a Boban sino también al histórico Paolo Maldini. En un club que se ha acostumbrado en los últimos años a ir quemando banderas en los banquillos, como Seedorf, Pipo Inzaghi o Gatusso en la última temporada, tal parece que cada verano comenzaría una nueva cuarentena, a veces obligada, a veces sin meras culpas.
Desde que Silvio Berlusconi se vio obligado a hacer las cuentas y cerrar las llaves que tantos fichajes de gloria y trofeos trajeron a Vía Aldo Rossi, pasando por el despido de Airedo Braida, la guerra de poderes entre Adriano Galliani y Barbara Berlusconi, hasta la fallida compra por parte del broker Bee Techaeubol, hasta la venta al desconocido Yonhong Li, que tuvo que pedir prestado y perdió por no devolver a tiempo al fondo norteamericano propiedad de los Singer, pareciera que la cuarentena del Diávolo parece no tener fin.
En estas horas bajas para todos, el futbol no es la excepción, pero el Milan se está preparando para otra revolución y me atrevo a asegurar que es de los poco clubes que todo este ir y venir en los despachos por culpa de la situación actual le restará importancia a las decisiones de dar una temporada por perdida desde el primer trimestre de la misma. Creo que Paolo Maldini se irá, que tras él se marcharán el actual Director Deportivo Massara y que Stefano Pioli pagará con su puesto en el banquillo las incongruencias de los que lo trajeron, los mismos que eligieron a Marco Giampaolo y los destituyeron cuando nunca debieron haberlo contratado, pienso también que Zlatan, traído para ser un pastor de las ovejas descarriadas después de los cinco mordiscos del lobo Gasperini y su Atalanta, se marchará y no por ir en contra de las políticas de jóvenes fichajes a bajo costo y con salario reducido impulsado por la compañía, sino por no encontrar la motivación necesaria para seguir casado a un proyecto que un día piensa en una cosa y luego quien sabe.
Estamos ante la cuarentena obligatoria del AC Milan, el secuestro de Gazidis, donde debemos prepararnos para ver con otros colores al niño prodigio de la cantera, Giggio Donnarumma que pagará las consecuencias de soberbia de los ex Mirabelli y Fassone que lo renovaron con un salario de príncipe a expensas de despilfarrar el dinero a manos llenas en un mercado que trajo más ilusiones que resultados y por el que todavía tenemos que sufrir a ciertos profesionales con falta de alma que deambulan no corren bajo el glorioso escudo de la 7 Champions y los cánticos de la Curva Sud.
Sin Paolo, tendremos que poner los colores en manos de los Almstad o Moncada, del que no se tienen ni fotos en los medios, pero sobre todo poner la fe en los Bennacer o Theo y sobre todo de Rebic, el croata que soñaba ser policía y que a veces parece ser el futbolista más frío solo para 5 minutos después decidir un juego con un golazo. Soy que dice que de lo peor lo menos malo por eso no estoy en contra de Rangnick, cuando con todo respeto vi en el banquillo a Brocchi o Giampaolo y su maestría en métodos de entrenamiento, estoy a favor de los fichajes inteligentes y las ganancias de capital, pero únicamente de jugadores que no vengan a arrastrase por el campo, gente como Thommasom que a pesar de tener 3 delanteros por delante en las rotaciones, salía a darlo todo lo que le ganó el apodo del súper suplente.
No se si los jugadores de ahora no se parecen a los de antes o los ojeadores descubren cada vez menos campeones, disfrazados bajo alguna que otra carencia física o técnica, no sé si el AC Milan en un futuro cercano levante su octava Liga de Campeones, pero espero que esta cuarentena sea la última no solo de todos nosotros en la lucha contra el coronavirus, sino también en las idas y venidas del club de los amores de más de uno.